Todo el color lo satura la edad
y lo define como una quiere.
Se pierden las fronteras de las formas
y ni sombra aclarada lo limita.
Mas allá de tonalidades
queda la hoja caída
y su balanceo suave hasta el suelo.
Ahora descansa en memoria compartida
como un secreto en gestos.
Ya no hay incendio violento en cada bocanada de humo.
Es todo más sutil
más soportable
más sorprendentemente tranquilo.
Averigua sin prisas la salida
y si no, sigamos aquí perdidas
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He recibido de tus pechos
el mismo calor, la misma emoción
que aquella primera vez.
La misma inocencia
que en caricia recorrió el cuello…
la espalda…
los muslos y los pies.
He sentido el mismo calor
de tu saliva en mi lengua
y la fiebre de tu sexo en mis dedos
que como el invierno invade diciembre.
Sol de mediodía tus mejillas
derriten un tiempo entre las dos
y en irreverente lo transforman.
Botón anal en la yema
que busca y encuentra el oro…
dinamita la piedra y en líquido
mil fragmentos recoge de tu cuerpo.
Triste noche acariciada
triste noche… yo y mi espejo.
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