Boca y Pluma

¡Qué a gusto! (relato a una sola mano)

2012-02 10
Escrito publicado en “Simpatía por el relato (antología de cuentos escritos por rockeros)”. 2010

Fue el sonido de la puerta del baño al cerrarse lo que marcó el comienzo del momento esperado durante toda la cena. Hasta entonces sólo miradas de lujuria que conversaban lascivas por encima de los platos, los alimentos y la incómoda presencia de la mujer que no quería entender esos juegos.
El ruido del agua escupida desde el grifo y el choque de la vajilla en el fregadero eran los cómplices perfectos para los actos de dos gatos silenciosos que evitan los ruidos delatores ante los oídos de madera, los oídos del papel higiénico, los oídos del jabón lavanda…
Demasiado tiempo perdido intentando disimular el nerviosismo producido por no saber cuándo llegaría la oportunidad esperada, aunque esa incertidumbre hacía también que se acumulara una suculenta cantidad de morbo.

Él saltó de la silla y en el eterno camino de metro y medio soltó su correa y preparó su capullo por encima del pantalón casi a la vez que ponía tu vestido un palmo por encima de los riñones dejando a sus ojos deleitarse con la visión de tus nalgas cortadas en dos por el tanga granate. Agarró con cada mano los costados de ese minúsculo color y estiró hacia arriba hasta enredar sus uñas en tus pezones y su glande formar un trío con los ojos encima de tu culo. Ya la polla y los huevos tan pegados a ti que puedes notar sus pelos (pelirrojos).
Los pezones, el agua, las uñas, el estropajo, los huevos en tu culo, los vasos, la polla, los restos de comida pegada en los platos…
Media vuelta y las lenguas se enzarzan en una pelea de salivas y chupadas de dientes, paladares, dientes, muelas, dientes, labios. Labios no. Más adentro. Sus manos corren desordenadas por la espalda y por el culo y algún dedo tropieza con la minúscula tela que parte en dos desde el orificio de mear hasta el caliente agujero anal pasando por el clítoris.
Las manos de la gata ya no presionan ni estropajos ni vasos porque han encontrado el agradable tacto de unos “boxer” que todavía esconden los testículos y toda la largura del miembro excepto el capullo que ya respira fuera desde el principio. Unos apretones con la mano izquierda y las yemas de los dedos de la mano derecha masajean delicadamente la cabeza liberada.
Su actuación se centra más en morrearte y empujar tu nuca hacia su boca con fuertes vaivenes mientras nota la concentración de placer dirigiéndose hacia un punto. Es momento de llevar las dos manos a sus nalgas y prescindir del tacto y la presión del calzoncillo. La yema del dedo anular izquierdo juega con su orificio y la mano derecha sube y baja a lo largo de su polla en rápidos viajes. Antes de que explote sabes parar y sólo con la punta de la lengua dibujas suaves círculos en la punta de su capullo. Punta y punta.
Y vuelta a la rapidez de la mano, arriba y abajo, un, dos, tres… ocho veces. Tu número. Y de nuevo punta y punta de lengua a polla y de yema a orificio. Totalmente deshecho sólo tiene manos para tus pechos y dedos para pellizcar los pezones armados de dureza…

El ruido de la cisterna es la señal instantánea para volver a colocar de manera rápida cada prenda en su sitio y cada cuerpo en su lugar. La puerta se abre y el estropajo vuelve con sus raspaduras a separar los restos de comida del plato. Mientras terminas la “fregatina” ellos intercambian el humo de sendos cigarros. Uno intentando bajar en tiempo record la temperatura de la sangre que enrojece la cara y la otra ajena a que la protagonista de la masturbación cuando caiga vencida por el sueño, serás tú. 


Enrique Villarreal Armendáriz “El Drogas

Biografía.
1959. Cerca de un charco a cinco metros de la cárcel. 31 de agosto. Iruña. Llueve. En la buhardilla los gatos silban melodías en tiempos de hambre para engañar a los ratones y al estómago.
Tiempos felices de juegos en las calles del barrio. La Txantrea. Tiempos oscuros en las aulas, tan negras como sotanas. Y tiempos que arden alrededor de unos pies con sed de movimiento.
Rabo inquieto de lagartija. volver