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Entrevista a "El Drogras" en Gara

2011-07 06

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«Esa parte femenina que tenemos todos nos facilita la comprensión del mundo»

el espíritu de la

farándula y el rock
ENRIQUE VILLARREAL «El DROGAS»

Lleva treinta años sobre las tablas y no ha perdido la ilusión por compartir ideas y proyectos. Ni por el momento sublime de los primeros acordes sobre el escenario, donde el tímido menudo se convierte en gigante. Porque sin música en directo, ¿qué sería de la vida? Sus letras bucean en lo más profundo de la soledad y en lo más rotundo de la realidad. De la calle. Como arma cargada de poesía. Alma de teatrero ambulante. Es voz y rostro de Barricada, el grupo emblemático por excelencia del rock vasco.

Texto: Fermin MUNARRIZ • Fotografías: Lander FDEZ. ARROYABE

El mundo del rock se ha ligado siempre al barrio, a la bajera, a la furgoneta... ¿Qué tiene la calle, que da una identidad especial a un grupo de rock?

Quizás esa sensación de libertad que tienes al estar en la calle. En mis tiempos, la mayoría de familias eran numerosas, los pisos eran pequeños y uno se criaba en la calle con los vecinos, en cuadrilla. El rock puede tener ese deje de libertad.

En otro sentido, en los años 80 tienen mucha influencia los movimientos sociales que hay en la propia calle, como el movimiento okupa, los insumisos, lo que se llamaba Rock Radikal Vasco, los fanzines, las radios piratas, las vivencias entre grupos musicales: unos hacían heavy, otros punk, otros pop... Nos juntábamos en los bares pero la calle era el lugar de referencia.

Antes que músico, fue mecánico de coches y empleado de taller metálico... ¿Queda algo de aquel chaval?

De aquello queda poco porque ya entonces andaba metido en grupos y era lo que me gustaba. En el último taller en el que trabajé, que era de construcciones metálicas, los compañeros me ponían en la prensa con la que enderezaba los metales los artículos periodísticos que ya salían sobre Barricada. La música es lo que siempre he buscado.

En el CD de «La venganza de la abuela» acuñaron la frase «Advertencia para los padres: El Drogas». ¿Tanto miedo ha dado?

Aquellos años los grupos americanos solían poner «Advertencia para los padres: letras explícitas». Era en cierto modo copiar eso para asustar un poco. Siempre me ha gustado el punto de este mundo que te permite llevar las mentiras hasta donde tú quieras. En mi caso suelen ser mentirijillas.

Sin embargo, en sus canciones se dicen verdades como puños...

Sí, en las canciones se dicen verdades como puños aunque no todo lo tengo que vivir de manera directa. A veces me apropio de las experiencias de otras gentes cuyas vidas me impactan y las traslado a las canciones. En las letras no he probado a hacer este tipo de engaños, pero sí en las biografías. Me invento biografías de personajes que viven en mí mismo; me gusta también esa parte novelesca.

Treinta años sobre el escenario. ¿En el rock también se atempera uno con los años?

Yo creo que no tiene por qué. En mi caso, no me gusta vivir el rock como si fuese una especie de religión; me gusta más como forma de vida. Prefiero decir que vivo en el mundo de la farándula. Me siento muy relacionado con una propuesta que tenga que andar de aquí para allá; lo realmente importante para mí es la vida del farandulero. El rock me gusta como manera de reflejar unos sentimientos. Me gusta la distorsión, las guitarras asmáticas, la potencia de la batería y los bajos; es un punto más personal.

¿Y el rock sigue teniendo el carácter transgresor?

Tendría que ser una historia relacionada con la transgresión. Desgraciadamente, cada vez es menos o cada vez se nos presenta en los medios de comunicación como algo ya diferente. Ahora mismo, las producciones que han llegado al súmmum son las relacionadas con la factoría Disney, todo esta historia de grupos juveniles y de composiciones que son matemática pura. Yo no me atrevería a decir de manera generalizada que el rock signifique transgresión, pero sí me gustaría que fuera, y en mi caso procuro que así sea.

Algunas de sus canciones se han convertido en himnos populares: «Noche de rock and roll», «Okupación», «No hay tregua»... ¿Supone eso una responsabilidad para ustedes?

No es responsabilidad. Un punto negativo de esto es que continúen siendo casi himnos o canciones-himnos hechos por un grupo de hace 30 años. El problema es que los grupos de ahora lo tienen mucho más complicado que nosotros en aquellos años por diversas razones; una importante es el apoyo del público. Ahora la gente no baja ni al bar de abajo de su casa a ver un grupo nuevo. No echo la culpa a las instituciones, que tendrán su parte también, pero realmente si el público no apoya las nuevas tendencias y no pone interés en formarse un criterio propio respecto al rock actual, lo tenemos jodido. El «No hay tregua» seguirá siendo canción-himno de aquí a otros 30 años.

Hablando de «No hay tregua»: «Nunca tendrán las armas la razón/ pero cuando se aprende a llorar por algo/ también se aprende a defenderlo/ Estás asustado/ tu vida va en ello/ pero alguien debe tirar del gatillo». Parece la radiografía sociológica de una generación y una época de este país...

Esa canción ha pasado por diferentes etapas. Cuando se escribe, hacia el año 1984-85, la calle en Euskadi ardía cada día. En el contexto letrístico de entonces -había grupos demoledores en cuanto a temática policial-, esta letra parecía escrita por una monja. Si oías a los Rip o grupos así... La letra nace en un proceso político social interesante y habla realmente de la soledad.

En la segunda mitad de los 90, algunos periódicos nos empiezan a tachar de «proetarras» -como ha pasado con Soziedad Alkoholika, con Su ta Gar-. Con nosotros quizás no ha sido tanto porque incluso hasta a los hijos de los concejales del PP de un pueblo de Andalucía les gustaba «Animal caliente» o «Tu cuerpo»... Hemos sido una especie de grupo confuso para cierto tipo de actitudes, aunque nos ha vuelto a pasar ahora en institutos donde ha habido polémica entre profesores con «La tierra está sorda», relacionándolo con que si somos o no proetarras...

Para mí esa canción refleja bastante bien mi sentir antimilitarista, pacifista y, a la vez, lo que puede suponer la soledad de una persona ante la respuesta vital que siente, cómo reacciona. No soy yo quien está en la letra, sino una reflexión de ese momento en esta tierra.

Menciona «La tierra está sorda». Su letra dice: «Qué difícil es contar los pasos que se dieron por la libertad». ¿Barricada ha sido un paso en ese camino?

Yo creo que sí. Hay mucha gente relacionada con las víctimas de la Guerra Civil que nos da las gracias por el trabajo pero, realmente, si hubiera un motivo para ello sería por haber reconocido nuestra propia ignorancia, que es lo que nos ha llevado a hacer esto. Creo que tenemos mucho que aprender para entender esa problemática y tener empatía con las personas que están viviéndola día a día.

¿Qué le dice a usted la expresión «políticamente correcto»?

Políticamente correcto es estúpidamente gilipollas. [Risas]

Les han censurado en algunas ocasiones (temas de «No hay tregua», «En nombre de Dios»...) ¿La presión de la censura le ha empujado alguna vez hacia la constricción, al doble sentido...?

No es exactamente ese el punto de inflexión al escribir porque se dan también otras causas. No es lo mismo cuando has escrito diez canciones que cuando es la cincuenta y dices «pero si esta frase ya la he dicho». Otra cosa es que si están prohibiendo canciones por tal tema, piensas tal vez dar rodeos y a veces resultan historias mucho más directas. Te pueden quitar «Bahía de Pasaia», pero no censuran la «Canción del general»...

Yo defino la censura que hemos sufrido nosotros como de risa. Por un lado, me alegro, porque prefiero eso a que te pase como a Negu Gorriak, que te encuentras con que vas a tener que pagar 15 millones de pesetas a un general de la Guardia Civil, cuando encima es verdad lo que están diciendo...

A nosotros nos han querido quitar canciones que dicen «a pecho descubierto, mi chupa y nada más». El que leía «mi chupa» entendía otra cosa. Realmente el doble sentido se lo da la otra persona. ¿Por qué se censura «En nombre de Dios», si es una letra cargada de humor respecto al Opus? Del Opus puedes decir barbaridades porque se lo merecen, ¿no? [Risas] Nuestra letra, precisamente, quita hierro; yo, de hecho, estudié siete años en el Opus [en el colegio privado Redín]. Tampoco me gusta hacer historias para faltar; quiero reflejar de alguna manera lo que yo pienso, lo que yo he vivido.

Casi treinta años con apenas unos cambios. ¿Cuál es el secreto para que una banda dure tanto tiempo unida?

La historia es creerte lo que haces e ir a por un objetivo concreto; tampoco una meta. Es cuidar tu trabajo como el que más, hacer canciones que sean creíbles para ti porque es lo que vas a transmitir luego en directo en el escenario; que no sea el oportunismo de hablar de unas historias porque el momento lo requiere; que se note que quizás estás en un proceso de aprendizaje de eso mismo que hablas.

Hay algo con lo que seguramente sueñan miles de jóvenes que desean ser estrellas del rock. ¿Qué se siente cuando se apagan las luces en un gran concierto y sale a un escenario ante miles de personas?

Es el momento sublime. En el propio camerino, veinte minutos antes de salir, nos gusta estar solos, cada uno a nuestra bola, dando vueltas como leones enjaulados. De vez en cuando paras y te acuerdas de... «vamos a empalmar con esta canción». El otro dice «vamos a...» Luego no sale nada, pero se va creando adrenalina. Y ese momento, cuando empiezas a escuchar la sintonía, que te está indicando que no hay vuelta atrás, es el momento más grande de todos. Grabas discos para ese momento, haces promoción de los discos para ese momento, ensayas para ese momento... La subida de las escaleras y pisar el escenario es lo más grande. Eres la reinona de la fiesta, te gusta que te miren todos, eres consciente de que ese momento es tuyo y lo tienes que aprovechar.

¿Se imagina la música sin conciertos?

Sin directos, no. Se podría hacer -yo paso muchas horas entre aparatos- pero para mí es imposible. ¿Qué pasaría? ¿Dejaría de ir a los ensayos? Para qué ensayar... Y si no vas a los ensayos, ¿para qué vas a hacer canciones? ¿Para qué voy a leer? ¿Para qué voy a escribir? ¿Para qué voy a vivir? También veo que la vida es la que manda y si tienes que buscártela... Pero, realmente, no me cabe en la cabeza.

El rock da literatura, da literatos... ¿Es tal vez el refugio de los poetas malditos de hoy?

A veces sí y a veces no. El rock sí te ofrece esa facilidad de desnudarte de una manera que en otros terrenos, posiblemente, te sentirías incapaz. Te permite escribir historias o ponerte en la piel de gente, de sucesos o de experiencias que no tienes por qué haberlas vivido pero que, a la vez, también tienen mucho de tu propio cultivo, la manera estética misma de adornar una frase o de desadornarla. Eso es estética pura. Sí es verdad que ofrece esa posibilidad y parece que cada vez hay más gente que se da cuenta de ello y se arranca con el bolígrafo y el papel.

Además de las letras de canciones, usted ha escrito columnas de prensa en GARA, relatos en «Rincón oscuro», poemas bajo el seudónimo Eva Zanroi, el libro de «La tierra está sorda», y hasta haikus para niños... ¿Se siente cómodo en esta faceta? ¿Qué hay de diferente a lo que expresa sobre el escenario?

Escribir me da la oportunidad de utilizar diferentes pieles, como una culebra. Me gusta mucho escribir y, a partir de ahí, cualquier historia que se componga de papel, tinta y bolígrafo me encanta... La diferencia es la musicalidad o la medida de escritos que no se atan a ninguna melodía material. Es otra de las cosas que me parecen interesantes, escribir sin ninguna métrica...

En sus canciones, e incluso en sus poemas, parece estar presente siempre la soledad...

Soy defensor acérrimo de la soledad. Puede que el humano sea un ser social o tenga que ser un ser sociable, pero yo defiendo la soledad no entendida como refugio de amargura, aunque también puede ser, sino como refugio de uno mismo; soledad de uno mismo que luego, si quiere, la pone en conjunto con las soledades de los demás.

Me encanta ir a pasear solo, a inventarme biografías de gente que veo, a ver escaparates... A veces estoy mirando algo y se para un conocido a hablar y resulta que estás en un escaparate de tangas; no te has dado cuenta hasta que pasa -¡ahivalahostia, qué situación!-. Y digo tangas como pueden ser lavadoras. ¿¡Qué puedo entender yo de lavadoras!? Me gusta mucho la soledad, ese caminar como si estuvieses en el espacio pero por el suelo...

Me cuentan que lee mucho: narrativa, poesía, filosofía...

Me gusta mucho leer. Antes leía bastante novela hasta que de repente -por circunstancias de la vida- comencé a leer poesía, y me di cuenta cuatro años más tarde de que sólo leía eso. No me costó mucho llegar a la conclusión de por qué leía sólo poesía: me permite no darle vueltas a la cabeza. Me gusta o no me gusta. No me importa dejar el libro en tal página y empezarlo en otra o volver a repetir porque no me acuerdo de lo que leí ayer... Es pura comodidad mental. Me da igual. Por eso me gusta Leopoldo María Panero, no le entiendo nada, me pasa como con Eduardo Punset o con Jesús Mosterín...

Ha escrito poemas bajo el seudónimo de Eva Zanroi después de haber leído mucha poesía escrita por mujeres. ¿Eva podría ser el alter ego femenino de Enrique Villarreal?

Sí, además yo soy de los convencidos de que todo hombre tiene su parte femenina, como toda mujer tiene su parte masculina. Quizás la mujer esté más acostumbrada a la supervivencia; siglos y siglos... Es la que lleva adelante la vida, tanto de manera material como al traer hijos e hijas al mundo. Si los hombres nos dejásemos llevar más por nuestra parte femenina, seguramente aprenderíamos a vivir de una manera más sensible.

A mí me llama mucho la atención esa palabra que es empatía. Creo que deberíamos utilizarla más, no sólo la palabra sino también su significado. Esa parte que, en mi caso, reconozco femenina es lo que me lleva a estar en un continuo aprendizaje. La vida es crisis y esa parte femenina que tenemos todos nos facilita la comprensión del mundo.

Empatía es, precisamente, lo que se encuentra en el trabajo «La tierra está sorda». Cuatro años de gestación para uno de los trabajos más conmovedores... También se aprecia un tono de rabia en el disco. ¿Tal vez un ajuste de cuentas pendiente?

Hay dos sensaciones que están presentes durante todo el trabajo: la rabia y las lágrimas. Por un lado, la rabia por llegar tarde; por vivir exactamente debajo del monte Ezkaba, cuya cima fue un campo de concentración, y enterarme tarde de lo que sucedió allí. Y eso relacionado con la ignorancia del propio país, España -además España lo digo a gusto como país definido también por esos que apoyaron la República-. Yo me siento con ellos; soy rojo. Ya me lo pueden decir los que defienden a los franquistas de manera peyorativa; yo digo rojo con orgullo. No digo rojo porque me sienta comunista, anarquista o republicano, sino porque me siento todo a la vez. Me siento parte de esa gente reprimida, de esa población civil que fue absurdamente reprimida.

Llegar tarde a esto me da rabia de mí mismo, de mi propia ignorancia. El ajuste de cuentas es que se reconozca a todas estas asociaciones de memoria histórica que están haciendo que el tema esté ahí. Lo realmente importante son estas personas que dedican su tiempo a ello.

El terror que extiende la guerra y la dictadura se convierte en silencio, que genera olvido, y que acaba desembocando en la ignorancia... ¿Este tipo de iniciativas en favor de la memoria histórica están rompiendo ese círculo vicioso?

Lo intentan. Las dictaduras utilizan el silencio como método represivo. No puedes decir al hijo que a su padre lo asesinaron en la tapia del cementerio o estuvo en la cárcel 8 años porque pertenecía a la Federación de Trabajadores de la Tierra; no puedes decirlo porque el chaval igual lo suelta en el colegio.

El de la segunda generación es ese silencio gris, quizás la parte más jodida de todo esto, que da paso al saco más grande, la ignorancia; un saco enorme donde priman la estupidez, la gilipollez, el hablar por hablar, infinidad de frases hechas, medios de comunicación, tertulianos, profesionales que parecen saber de todo... Realmente lo que les libra es la ignorancia de los demás; si supiésemos que no saben ni hostias, otro gallo cantaría.

¿Cómo ve el rock actual? ¿Se arriesga en hacer cosas nuevas?

Espero que sí, pero no lo sé porque ya no estoy dentro del maremágnum de bandas como estaba en los 80 y en los 90. Llevo una vida bastante diferente. Ahora realmente tengo referencias por mi hija de 14 años. Suelo escuchar lo que ella oye. Pone la música a tope en casa y digo, jodé, ahora entiendo a mi viejilla... Lo malo es que la pone en el móvil o en el portátil, que son una mierda para oír música. Por medio de ella he descubierto a Soñadores Natos, de Barañain, que me encantan. Y hay otros grupos que me alucinan y son un pepinazo -por ejemplo Berri Txarrak-, pero no son la última hornada.

¿Tiene relación con músicos jóvenes? ¿Le consultan cosas?

Hay temporadas, pero para todos tengo la misma respuesta. Cuando alguien me pide consejo, le digo que el mejor que puedo dar es que yo no sea tu ejemplo a seguir. Cada vez llego a menos historias pero cuando algún grupo me da el toque para grabar una canción, me gusta ensayar con ellos. Cuando ensayo con alguien, veo que las sensaciones de ese grupo y que yo noto en ese local son las mismas que tenemos en Barricada o ahora en Txarrena cuando nos juntamos a ensayar, esa calentura de cabeza, ese poner ideas en común. Ese es el camino que tienen que seguir. Somos exactamente iguales, tenemos la misma la ilusión por seguir poniendo ideas en común con otra gente. Siempre he definido este trabajo como una cooperativa y eso es lo que me gusta.
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